Marmota era un carnicero como cualquiera, hijo de Mr.
Chacota y Mrs. Maracuyá y tenía un sueño como el de cualquiera: quería ser
feliz.
Vivía con comodidades en el campo, puesto que su padre,
Master Chacota había sido ingeniero y había diseñado una máquina especial, que
podía hacer todos los cortes del chancho en tan solo 3 segundos, que él había
heredado, lástima que la usaba otro carnicero contratado por él. Y su madre,
Mercedes Maracuyá, se había dedicado toda su vida a criar chanchos, lástima que
era ciega y había elegido a los peores chanchos de entre todos. Ambos murieron
trágicamente a causa de un megachancho en celo.
Entonces era un carnicero como cualquiera, más bien
mediocre, con comodidades y con un sueño.
Un día, mientras estaba muy cómodamente echado sobre la
hamaca, muy concentrado en cómo llevaría a cabo su misión, vislumbró una paloma
blanca, que inmediatamente le cagó encima, y se quedó ciego, como su madre.
Así, creyó que esa era una buena señal para empezar: no
podía llevar a cabo su misión cómodamente echado y esa habría sido una llamada
de atención. Una llamada de atención bastante fuerte y blanca.
Antes de pararse de la hamaca, se encontró con un pequeño duende,
quien le invitó 10 Hongos y Marmota, creyendo que eran los comestibles y que
había sido uno de sus sirvientes niños, aceptó y se los comió, inmediatamente
el duende desapareció.
Luego, mientras caminaba rumbo a la salida de su casa, se
tropezó varias veces con los chanchos mutilados al costado de la máquina,
pensando que eran los Chanchos-Trofeo que su padre coleccionaba para luego
exhibirlos a sus amigos y ganar cierto respeto por la precisión de los cortes.
Pero estos no eran los Chanchos-Trofeo, eran los chanchos recién cortados y
evidentemente frescos.
Marmota se embarró de sangre de chancho y se dio cuenta de
que le daba mucho asco ese líquido, un asco que había sentido desde siempre,
pero que ahora podía sentir más ya que no veía nada, recordó vívidamente los
momentos en los que se utilizaba esa máquina, y cómo él nunca quiso utilizarla.
Empezó a recordar que él realmente no era carnicero, ya que nunca había hecho
un solo corte en la vida: sentía amor por los chanchos. Había heredado todo de
su padre, hasta el oficio y todos creían que realmente era un carnicero, hasta
el narrador.
Entonces, en ese momento de claridad, nuevamente se tropezó y
esta vez cayó dentro de la máquina y se salvó de la muerte, solamente le
rebanaron el pene, los testículos y los oídos.
Marmota estaba empezando a desesperar, cuando de pronto, justo
antes de llegar al umbral de la entrada, apareció una sirena llamada Karma
trepada encima de uno de los pozos que tenía, y le dijo: “Hola, soy Karma, si
quieres cumplir tu meta, debes escucharme atentamente, primero debes…”.
Él, entonces, por su olor pensó que era un pescador sucio y
solo atinó a dar golpes al aire y gritar: “¡¡Tú has sido!! ¡Maldito!” hasta que
se cayó dentro del pozo y murió ahogado y luego desangrado, o viceversa.
Moraleja: Si quieres sobrevivir, escucha a Karma
Moraleja 2: Antes de comer hongos, fíjate cuáles son.
Moraleja 3: Si no puedes ver y huele como a mar, cuidado,
podría ser una sirena.
FIN
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